12/14/2004

Tierra de Nadie #1: Ingrato

De nuevo rescatando textos del olvido, sólo con motivos de archivo. Esta vez es la primera columna que escribí a petición de Martín Arceo para la extinta revista CUAZ. Lamentablemente la revista cerró antes de que pudiera publicarse cualquier texto mío. Nunca había intentado escribir una columna regular sobre el comic y me parecía un buen reto (a mi paciencia), así que le tomé la palabra a Martín y esto fue lo que salió. Proximamente subiré el segundo texto de la serie.

TIERRA DE NADIE: Una crónica del comic mexicano contemporáneo
Por Carlos García Campillo

# 1: Ingrato.

Escribir sobre cómics es un trabajo ingrato. Incluso en los países en los que la cultura del cómic está más arraigada, el periodismo dedicado a cubrir a las historietas (o tebeos, o manga, o fumetti o como quieran llamarles) es un submundo en el que el ?mundo real? rara vez se asoma. Un espacio reservado sólo para aquellos ?valientes? (o ?inconscientes?, dependiendo de a quién se le pregunte) que deciden dedicarle trabajo, tiempo y amor a un ?arte? ingrato. Ingrato y negado.

Pero no comencemos esta columna con el pie izquierdo. El negativismo no sirve de nada. Si acepté cuando mi amigo Martín Arceo me invitó a formar parte del equipo de CUAZ con esta columna es porque, a pesar de todos los obstáculos y de todos los inconvenientes, el comic es parte de nuestras vidas desde hace años, y una parte importante.

Y hablando de vidas -y años-, creo que es momento de presentarme: soy Carlos García Campillo y en esto de los cómics he hecho de todo. A principios de los 90's comencé un fanzín de información. Luego estuve involucrado en las primeras convenciones que se organizaron en Monterrey. En 1993 abrí una tienda de cómics, también en Monterrey. Unos años después publiqué LUGO, mi primer cómic, aunque ya antes había colaborado en otras publicaciones. He moderado pláticas, escrito reseñas, entrevistado creadores, editado sitios web... en fin, he estado por ahí. Me siento orgulloso de haber conocido a algunos de los mejores talentos del cómic contemporáneo mexicano y a muchos incluso los puedo llamar amigos. No creo pecar de presumido cuando digo que soy el hombre indicado para esta columna, para explorar esta tierra de nadie.

Con ?Tierra de Nadie? voy a tratar de hacer una crónica del cómic contemporáneo en México a través de entrevistas, reseñas de cómics y eventos, relatos y recuerdos. Conocer algunos de los momentos claves de la historieta de nuestro país a través de las palabras de sus protagonistas. Saber de lo que fue y lo que pudo haber sido. Y también, porque no, tratar de pronosticar lo que está por venir.

El cómic mexicano, al contrario de lo que muchos pueden pensar, no comenzó en los 90?s con el tan sonado ?boom?. Al contrario, México es un país de una gran tradición, con historietas de gran calidad en cuando a los guiones y la ilustración. Toda esta historia, aunque es desconocida por la mayoría, ha sido estudiada y recopilada en los excelentes libros ?Puros Cuentos?, de Armando Bartra y Juan Manuel Aurrecoechea, así que si quieren conocer los antecedentes de lo que aquí se habla acudan a esos volúmenes, porque ?Tierra de Nadie? hablará del cómic que se hace hoy, de esos creadores que han aparecido en los últimos 10 o 15 años y que buscan -y en ocasiones han encontrado ya- un lugar en la historia del cómic mexicano.

Muchos de esos profesionales que hoy trabajan en México o en el extranjero empezaron como muchos de ustedes: como lectores, como fans. Nadie nació sabiéndolo todo, y en nuestro caso (y aquí me incluyo) aprendimos a base de golpes. Algunos más dolorosos -y sangrientos- que otros, pero golpes al fin y al cabo. Toda esa ?sabiduria? colectiva (nótese el uso de las comillas) puede servir para algo, y si hago bien mi trabajo, lo hará. Quizá inspiración, quizá simplemente una guía para no cometer los mismos errores el pasado (aunque no hay que olvidar el viejo dicho de que ?el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra?).

Ahora, un poco de historia: durante años se convocó a ?juntas generales? de los que publicábamos cómics de manera independiente, por lo general en los días de la extinta CONQUE de la ciudad de México. Recuerdo en especial la última de esas juntas a las que asistí; debe de haber sido en abril del año 2000. Yo estaba preparándome para dejar México y ?cambiar de giro profesional?, por ponerlo de algún modo, así que en esa ocasión asistí más como observador que como participante activo. Se habló mucho, se planeó mucho, pero al final creo que todos nos quedamos con un mal sabor de boca. El movimiento (pequeño o grande depende de a quién se le pregunte) en el que participamos durante los 90?s moría una lenta y desagradable muerte. Las convenciones habían degenerado en tianguis en los que rara vez se podía ver un cómic. Los autores, desanimados por años de trabajo duro con ninguna recompensa, cada vez producían una obra más errática. Los lectores no parecían responder al entusiasmo con el que mucha gente de toda la república trabajó durante años. Para muchos, el cómic mexicano estaba muerto.

¿A dónde voy con todo este choro? Pues a ponerlos en antecedentes: del cómic dicen que es un paciente terminal desde hace mucho tiempo. Pero no muere. Está ahí, en un sube y baja permanente. Estamos atrapados en esa tierra de nadie, entre los tiempos de oro en los que se tiraban millones de ejemplares a la semana y ese tiempo todavía imaginario en el que México viva una verdadera cultura del cómic, en la que los autores valiosos no tengan que vivir de maquilar cómics para el extranjero o de hacer ilustraciones para periódicos y semanarios. Esta tierra de nadie, desconocida y llena de valles y lomas, pero que hay que cruzar.

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